Periódico el Romántico : "Damocles Méndez Rosado Sánchez, héroe de la Independencia y mártir de la Restauración"

Por Damocles Méndez Rosado Francisco del Rosario Sánchez Francisco del Rosario Sánchez, figura procera de primera magnitud, se constituye en uno de los forjadores de la nacionalidad dominicana con mayor incidencia en los procesos constitutivos de la nación. Es un actor de primer orden en las diferentes etapas de preparación de la fundación del Estado en el 1844 y es, por igual, una figura cimera que con su sangre derramada en San Juan, abonó el fértil camino para la Restauración de la República en el 1861 al caer fulminado junto a veinte compatriotas bajo el fuego humeante de la fusilería que implacablemente cegó la vida de quien fuera el máximo estratega de los Trinitarios. Sánchez palpita en el sentimiento nacional y entra como personaje en la historia dominicana con ribetes excepcionales en su doble dimensión de héroe de la Independencia y mártir de la Restauración, por cuanto es un conductor en la consumación de la proclamación de la República y luego se convierte en el jefe político, en sus fases iníciales, del instrumento que como la Junta Central Gubernativa dirigió las acciones políticas y militares que culminaron con el establecimiento del Estado nacional. Sánchez es la encarnación del sentimiento revolucionario que hace presencia en El Cercado, y en San Juan se eleva a la inmortalidad para palpitar en la conciencia de la patria, vejada y traicionada por Pedro Santana al consumar la anexión a España, convirtiéndose esta vil traición en uno de los episodios más lúgubres e ignominiosos de la accidentada historia patria. Francisco del Rosario Sánchez es el armador del proyecto de nación del sector liberal de 1844, porque tuvo la capacidad de dar continuidad a las acciones conspirativas en ausencia de Duarte. Él tuvo la responsabilidad de vincular el pensamiento nacionalista con la práctica real y las acciones concretas para articular e integrar fuerzas sociales en la dirección de proclamar la Independencia Nacional, porque su visión teórica en torno al Estado y las corrientes de la filosofía política de su tiempo, lo llevaron a ser el redactor del Manifiesto del 16 de Enero, y, en opinión de otros, uno de sus mentores. Perseguido tenazmente, exiliado en varias ocasiones, siempre encontró la puerta del retorno para activar la lucha y materializar el ideario trinitario. Es Sánchez, independientemente del nivel de comprensión que tuvo sobre la correlación de fuerzas existentes en 1844, quien ejecuta el golpe de Estado a la Junta Central Gubernativa, desplazando a los sectores conservadores el 9 de junio, mientras que Mella en el Cibao proclama a Duarte como presidente de la República el día 31 del mismo mes. Producida la anexión a España, Sánchez es de los primeros en denunciar este acto de enajenación a la soberanía nacional perpetrado por Pedro Santana. Indudable-mente que este acontecimiento llevaría a Sánchez desde el cadalso a la gloria. Sus diferentes cartas relacionadas con este hecho lo definen como el más consecuente continuador del ideario duartiano, resumido en “Santo Domingo ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla”. La lucha iniciada por el patricio Francisco del Rosario Sánchez con la finalidad de recuperar la soberanía, él mismo la concibió como parte del proyecto de nación de los sectores liberales encabezados por Duarte, y los esfuerzos desplegados en este contexto son parte integrante del engranaje general del ideario nacionalista que caracterizó el temple y la firmeza de propósitos de Sánchez cuando, en una misiva dirigida al pueblo dominicano el día 20 de enero del año 1961, señalaba lo siguiente. “He creído cumplir con un deber sagrado, poniéndome al frente de la reacción que impida la ejecución de tan criminales proyectos i debéis concebir, desde luego que en este movimiento revolucionario ningún riesgo corren la independencia nacional ni vuestras libertades, cuando lo organiza el instrumento de que se valió la Providencia para enarbolar la primera bandera dominicana”. Quien así habla, no sólo escribió con su sangre uno de los episodios más trágicos de la historia nacional, sino que para desmentir la calumnia de una supuesta vinculación con las autoridades haitianas, siempre mantuvo en sus manos el lienzo tricolor que viste la conciencia nacional. Aún más, ante la imposibilidad de arribar al territorio patrio por otra parte que no fuere por Haití, proclamó y defendió su vocación nacionalista cuando dijo: “Mas, si la maledicencia buscare pretesto para mancillar mi conducta, responderéis á cualquier cargo, diciendo en alta voz, aunque sin jactancia, que YO SOI LA BANDERA NACIONAL”. Esa bandera nacional pronto se impregnó con la sangre derramada por Sánchez en un acto de martirio sin precedentes en los anales de la historia dominicana, no solo por la naturaleza bestial del trágico acontecimiento, sino por la valentía y firmeza de sus propósitos y la defensa que protagonizó Sánchez, alegando que son los principios que sirvieron de base para la proclamación de la República lo que le dictaron a su conciencia el deber ineludible de salvar la nación de la cual él fue uno de sus mentores más esforzados. En San Juan, al malograrse el sentimiento nacional en la persona de Sánchez, se hirió profundamente el corazón de la patria. Tanto sufrimiento, tanto dolor. En el cadalso de San Juan se derramaba la soberanía nacional, y el ideario de Duarte caía inerte el 4 de julio de 1861. En este pueblo se consumaba la sepultura de la patria. Es una fecha imborrable, histórica, preñada de valentía. Los mártires de San Juan son los mártires de la patria. Ellos son ejemplo de permanente palpitar en la construcción de nuestra identidad como pueblo. Las autorida-des locales y las fuerzas vivas comprometidas con las nobles causas redentoras de nuestro pasado histórico deben rendir honores permanentes a estos héroes olvidados mediante la construcción de una obra monumental, con la cual San Juan salude al país y al mundo con los brazos victoriosos. En San Juan, Sánchez desde el martirio subió a la gloria. Y, al expirar, se lo oyó decir “Finís Polonia”.
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